Tuesday, September 28, 2010

José Martí, Antonio Maceo


Los hombres y mujeres a quines se les agradecen la libertad de Cuba. Los Próceres de la República de Cuba. Resumen del libro “Próceres” por Néstor Carbonell con ilustraciones o “Lápices de” Esteban Valderrama editado en 1919 por Imprenta “El Siglo XX”, Teniente Rey 27 en La Habana.


José Martí
28 de enero de 1853
19 de mayo de 1895

“De Martí en Cuba, como de Washington en los Estados Unidos, como de San Martín en la Argentina, como de Hidalgo en México, copio de Artigas en el Uruguay, como de Bolívar en nuestra América toda, cuanto se diga en elogio es justo. A los padres generosos, a los padres abnegados, heroicos, valiosísimos, nunca los hijos honrarán bastante. Y como a padre debemos todos los cubanos venerar a Martí, ya que él desde el amanecer de la existencia vio a cada uno de sus paisanos como a hijo. Fuera de la patria también puede y debe pregonársele, porque, aunque cubano de nacimiento, fue un hombre universal, un hombre de esos que señalan, al través de los tiempos, una hora en la vida de la Humanidad. ¿Que acontecimiento hubo a fines del pasado siglo comparable a la entrada de un pueblo en la vida de la libertad y el derecho? ¿Y no fue Cuba ese pueblo, gracias a su fe, a su tesón, a su genio, a su amor inagotable y a sus ansias de sacrificio? Sí, por él somos libres o podemos llamarnos así, aunque a veces -como lo previo él- muestre la República la mano cubierta con el guante de la colonia, o hechos dolorosos nos hagan pensar con tristeza que somos como una gota de agua en el océano: que somos una barca a merced de todos los vendavales...

“En la humildad de una casa de la calle de Paula, en la Habana, nació Martí. Fueron sus padres, españoles, personas de poca cultura y sentimientos vulgares. El laurel no brota solamente en los arriates artísticos: el laurel, en la tierra, nace donde quiera. Así el genio-salto maravilloso de la Naturaleza-encarna lo mismo en el hijo de un general y se llama Víctor Hugo, que en el hijo de un soldado y se llama José Martí. El genio nace lo mismo en la Francia republicana de principios del siglo XIX, que en la Cuba colonial de mediados de ese mismo siglo. En una escuela de barrio aprendió las primeras letras. En el colegio San Anacleto, de Rafael Sixto Casado, enseñanza elemental, y en el San Pablo, de Rafael María Mendive -educador y poeta- comenzó los estudios superiores. Desde niño empezó Martí a sobresalir en uno y otro colegio hizo gala, ante maestros y condiscípulos, de asombrosos rasgos de inteligencia y de carácter. Había nacido grande, y grande fue desde la niñez. En Grecia hubiera sido Platón o Leonidas; en Inglaterra, Cronwell o Byron; en la Argentina, San Martín o Sarmiento: sí, dondequiera, que le hubiese tocado en suerte nacer, hubiera sido grande.

“La guerra del 95, la que acabo con el gobierno de España en Cuba, la que sacó a pelear por la libertad a treinta mil hombres contra doscientos mil, obra suya fue, y sellada con su sangre quedó para siempre en Dos Ríos, en aquellos campos orientales, donde, jinete en su corcel blanco, se abalanzó sobre la tropa enemiga, y cayó para siempre, tal como un Dios, coronada la frente por los resplandores de la gloria, rebosantes los ojos de la divina luz de la inmortalidad...”

Antonio Maceo
14 de julio de 1845

“De otros cubanos fue la tarea escribir; de Antonio Maceo pelear, luchar sin tregua, sin descanso. De otros, dar alas al pensamiento y luz a la idea: de él, subir lomas, vadear ríos, recorrer largas jornadas. De otros, vivir de casquete de seda y lentes de oro, inclinados sobre los libros: de él, vivir a caballo, vivir guerreando y sin ultrajar la dignidad humana ni cargar botín de aventurero; vivir peleando por la redención de su país y el decoro de sus paisanos. El tiempo le faltó para hacerse bachiller y aprender gramática y aritmética, mas no para hacerse profesional del heroísmo y maestro de austeridad. En la batalla tuvo su escuela, en las armas, sus libros; de guía, el corazón. No fue, pues, un pensador, sino un guerrero genial; el Héroe por antonomasia, a quien se verá siempre, en la inmutable serenidad de la Historia, explorando la sabana primero, y cayendo luego, con arrogante gesto y seguido de sus soldados, alto el machete y desplegada la bandera, sobre el cuadro enemigo...

“En Santiago de Cuba nació, y no en palacio regio, sino en una humilde casa. Fue su padre un mestizo oriundo de Venezuela, la patria del libertador Bolívar, y su madre, una pobre y sencilla mujer del pueblo, de quien pudiera decirse que tenía el corazón de una leona. A leer y a escribir aprendió de mozo, pero no a distinguir los verbos regulares de los irregulares, ni a conocer la familia de los tropos. De estrategia no tomo lecciones jamás, ni de táctica militar, ni de geometría. Buen jinete lo fue desde su juventud y diestro manejador del machete. La revolución iniciada en Yara lo encontró recién casado, en pleno vigor y con el alma ya templada para el sacrificio. Al abogado Asensio, su padrino que lo había hecho afiliar en la francmasonería, centro entonces de conspiración, debió sus primeros entusiasmos por la patria y por la libertad.

“Cuando el siete de diciembre de 1896 cayó en Punta Brava, herido por dos balas, tenía ya veinticuatro cicatrices. Las dos últimas hicieron veintiséis. ¡Veintiséis condecoraciones de gloria!”


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