Thursday, November 24, 2011

Cuba y Playitas de Cajobabo


En referencia a algunos de los artículos, que muchos de ellos se pueden ser considerados educativos y también por los años de su edición ya históricos, en Así es Cuba en la sección de Cosas de mi Tierra en Guije: “Cuba y las reliquias de sus grandes patriotas”, “Cuba y Playitas de Cajobabo” y “Cuba y el Arbol de la Paz”: Ante el limitado espacio de una Estampa Cubana haré desfilar algunas de estas reliquias, ya que no todas, y cada una estará íntimamente relacionada con nombres gloriosos, llevando implícitamente todas ellas, el aspecto de algo sagrado para los cubanos. Allí está la sombra de José Martí, el Apóstol, en la mesa que uso en Port-au-Prince en 1892, junto con las porcelanas y las cartas, también el frac con que tantas veces se presento él ante los auditorios que lo aplaudieron frenéticamente, además de una corbata de seda negra, un mechón de su cabello y un pedazo del ataúd que encerró su cadáver en Dos Ríos, amén de otras pertenencias que el Maestro uso en vida. El General Antonio Maceo ostenta, entre muchos objetos, su silla de montar, testigo de tantas cargas y de tantas glorias, mudo testigo de las hazañas que le valieron el calificativo de Titán de Bronce. Esta silla tiene la importancia histórica de que está perforada por dos lados, como un fiel testimonio de su bravura y de su arrojo y junto a ella descansan sus polainas, un fajín de seda y una faja en que luce un Escudo de Armas de la República que él soñaba conquistar y por la que dio su sangre y su vida en los campos de batalla y además, entre otros muchos objetos, el diploma que en nombre de la República en Armas se le entregó al ser nombrado Lugarteniente General del Ejército Libertador y sobre el cual proyecta su sombra, la rústica cruz que indico, por algún tiempo, el lugar donde él cayera para siempre en los campos de San Pedro.”...

Tiene Cuba un rincón histórico en las costas del Sur de su Oriente al que, en la noche tormentosa del día 11 de abril de 1895 arribaron el Apóstol Martí y un puñado de valientes. Se trata de la "playa de piedras" y arena negra Playitas de Cajobabo de que habla el Maestro en su "Diario de Playitas a Dos Ríos". Al llegar a esta playa por el mar, el visitante se enfrenta con un imponente farallón y cuando se desembarca el espíritu se sobrecoge ante la grandiosidad del panorama y al vencer los pocos metros de arena que separan al mar del farallón y pretender escalar las alturas, el fantasmal faralllón, cual si pretendiera detener al caminante muestra incrustadas en sus rocas, con la aspiración de formar parte de las páginas de la Historia de Cuba tres marmóreas lápidas conmemorativas: dos perpendiculares al suelo y como apoyándose en una tercera que está en forma apaisada. La primera dedicada al Apóstol José Martí, lo representa simbolizado en una antorcha encendida, en la que se funde la ideología de la Patria que el, en aquellos parajes buscaba redimir, en unión de los que quijotes de noble causa, llevaban en el alma el ensueño libertario; en la voluntad la decisión del triunfo; como armas el sacrificio y el amor a la causa de una Cuba Libre, Independiente y Soberana. La segunda lápida, dedicada está al caudillo insigne Máximo Gómez y queda en ella representado, al igual que todos los soldados del Ejército Libertador por el machete mambí, que tantas páginas de gloria escribiera en la epopeya libertadora.”...

Para la Historia de Cuba tiene este Arbol de la Paz la trascendental y significativa importancia de que fue allí bajo sus tupidas ramas y teniendo por dosel la inmensidad de un cielo tropical brillante y transparente y por pedestal la granítica mole de la Sierra Maestra donde el general William R. Shafter, Jefe de las fuerzas americanas de ocupación y el general José Toral, Jefe de las fuerzas españolas de Santiago de Cuba, por sustitución obligada del general Linares que había sido herido, firmaron el Armisticio, el día 17 de julio de 1898 por el que se ponía fin, en prima fase, a la dominación española en América ya que posteriormente quedó oficialmente ratificada ante el mundo entero a través del "Tratado de París" el día 10 de diciembre del mismo año y por el que se ponía no sólo fin a la guerra y en su virtud España abandonaba la soberanía en la Isla de Cuba sí que también acababa la dominación española en las Américas, mientras se arriaba en el Morro de La Habana la bandera roja y gualda después de cuatro siglos de interrumpido imperio para dar paso a la de la Estrella Solitaria que desde el 20 de mayo de 1902 flamea libre y altanera, saludada, respetada y querida y con el reconocimiento mundial de ser la expresión simbólica de una nación más, en el consorcio de los pueblos del mundo civilizada libres y soberanos.”...

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