Wednesday, September 29, 2010

Ignacio Agramonte, Máximo Gómez


Ignacio Agramonte y Loynaz
11 de mayo de 1873


“Tenía Agramonte, como San Martín, al decir de un egregio poeta, dos blancuras: su espada y su conciencia. Era un santo por la bondad y un león por el valor. Martí lo llamó "un brillante con alma de beso"; Zambrana, "un arcángel soñado por la leyenda de oro"; Manuel Sanguily, "un romano de los heroicos tiempos de la gran República". Nuestra historia, todavía en pañales, no lo ha mostrado hasta ahora más que para reverenciarlo y bendecirlo. Nadie sabe si tuvo errores, si pecó alguna vez, si hizo mal. Nadie sabe más sino que fue, en la República en armas, un Catón; para sus soldados, un camarada y un padre; para el enemigo, en el combate, todo fiereza; en la adversidad, todo perdón. Ignacio Agramonte fue, entre aquella pléyade de gigantes del 68, la encarnación de los más puros anhelos de democracia y de respeto a la libertad plena del hombre. Los cubanos nunca podrán olvidarlo. Mientras haya quienes opriman, tendrá contrarios; mientras haya oprimidos, tendrá hijos...


“En la ciudad de Puerto Príncipe, hoy Camagüey, nació. Fue su padre persona de cultura y energía poco comunes en aquellos tiempos de esclavitud. Y su madre, una bella dama de fina distinción. En distintas escuelas de la propia ciudad natal hizo los primeros estudios. Luego, mozo ya, pasó a la Habana, donde ingresó como alumno del Salvador, famoso colegio de José de la Luz y Caballero -mentor sublime de grandes almas y grandes entendimientos. De este colegio salió para la Universidad, donde obtuvo, más tarde, el grado de licenciado en Derecho Civil y Canónico, ganando las más altas notas en los exámenes de cada una de las asignaturas. Abogado titular, regresó a Puerto Príncipe, donde a poco era como el niño mimado de la sociedad: los hombres lo respetaban; las mujeres lo amaban. En defensa de una hermosura, tuvo un duelo con un militar español, al cual hirió en el cuello. Galante y cortés, la vida hubiera dado en todo instante por su dama: ¡por una dama!

“Muchas serían las páginas que habría que escribir para reseñar, ligeramente que fuese, las proezas de Agramonte. Luchando sin descanso, peleando casi diariamente, estuvo cerca de dos años, hasta que al fin, en los campos de Jimaguayú, cayó desplomado en el fragor de un combate. Su cadáver, como el de Martí en la revolución del 95, quedó en poder de los adversarios, y conducido a su ciudad natal, fue quemado, y sus cenizas esparcidas al viento... ¡Al viento de la inmortalidad y de la gloria!...”


Máximo Gómez
17 de junio de 1905


“En el olimpo de nuestros dioses, él fue Júpiter. Martí, el Apóstol, el que dictó a los cubanos el evangelio de la libertad. Máximo Gómez, el caudillo, el hombre de acción. ¿Quién sino él, nuevo Aquiles -con su valor y no con sus cóleras-, guió, a sangre y fuego, el ejército desarrapado de los libertadores, al triunfo, a la victoria? Hombre extraordinario, fue, en nuestras horas de lucha, pastor de héroes, y en nuestras horas de calma, cumbre de reflexiones. Sí, aquel fiero paladín de los derechos humanos, que sabía de caer a caballo, acero en alto, sobre el cuadro enemigo, también sabía de echar a volar, sobre el ala de las palabras, el pensamiento viril o la idea generosa. Leyendo lo que él escribió, nadie se lo imagina en el lienzo rojo de los combates, encarnando la guerra redentora, entre odios y sueños, júbilos y sacrificios. Leyéndolo, se le imagina un patriarca bíblico, enseñando a los hijos de su corazón el alfabeto de la existencia, el camino áspero del deber; camino que se repasa casi siempre con los brazos en cruz.

“No nació en Cuba: no era cubano de nacimiento. Pero, ¿quién lo era más de corazón? Nació en Baní, poética población de la República de Santo Domingo, la antilla heroica, grande por su gloria y por su constante martirio. Fueron sus padres, gente laboriosa y honrada. Un cura fue su primer maestro, quien le enseñó el secreto de las letras y de los números. A los diez y seis años, sentó plaza de soldado en el Ejército Nacional, saliendo a combatir a los haitianos que amenazaban invadir su tierra. Terminada esta contienda, volvió a su hogar. Más tarde se vio arrastrado por la vorágine de las guerras civiles. Y cuando llegó la descomposición de su país a tanto, que volvió a ser presa de la monarquía española, sirvió a Escaña, razón ésta por la que, proclamada una vez más la independencia, salió para Santiago de Cuba, a prestar allí sus servicios, como comandante del Ejército español. En Santiago de Cuba residió algún tiempo, hasta que, renunciando grado y empleo, pasó a la jurisdicción de Bayamo, para dedicarse a las faenas agrícolas.

“Terminada la lucha, Máximo Gómez fue para los cubanos, como árbol frondoso, como fuente de agua pura: maestro y padre. En el Vedado, rodeado de flores, exhaló el último suspiro. Como un santo murió: le acompañaron las lágrimas de todo un pueblo. ¡De un pueblo que en ocasiones parece haberlo olvidado!”

Tuesday, September 28, 2010

José Martí, Antonio Maceo


Los hombres y mujeres a quines se les agradecen la libertad de Cuba. Los Próceres de la República de Cuba. Resumen del libro “Próceres” por Néstor Carbonell con ilustraciones o “Lápices de” Esteban Valderrama editado en 1919 por Imprenta “El Siglo XX”, Teniente Rey 27 en La Habana.


José Martí
28 de enero de 1853
19 de mayo de 1895

“De Martí en Cuba, como de Washington en los Estados Unidos, como de San Martín en la Argentina, como de Hidalgo en México, copio de Artigas en el Uruguay, como de Bolívar en nuestra América toda, cuanto se diga en elogio es justo. A los padres generosos, a los padres abnegados, heroicos, valiosísimos, nunca los hijos honrarán bastante. Y como a padre debemos todos los cubanos venerar a Martí, ya que él desde el amanecer de la existencia vio a cada uno de sus paisanos como a hijo. Fuera de la patria también puede y debe pregonársele, porque, aunque cubano de nacimiento, fue un hombre universal, un hombre de esos que señalan, al través de los tiempos, una hora en la vida de la Humanidad. ¿Que acontecimiento hubo a fines del pasado siglo comparable a la entrada de un pueblo en la vida de la libertad y el derecho? ¿Y no fue Cuba ese pueblo, gracias a su fe, a su tesón, a su genio, a su amor inagotable y a sus ansias de sacrificio? Sí, por él somos libres o podemos llamarnos así, aunque a veces -como lo previo él- muestre la República la mano cubierta con el guante de la colonia, o hechos dolorosos nos hagan pensar con tristeza que somos como una gota de agua en el océano: que somos una barca a merced de todos los vendavales...

“En la humildad de una casa de la calle de Paula, en la Habana, nació Martí. Fueron sus padres, españoles, personas de poca cultura y sentimientos vulgares. El laurel no brota solamente en los arriates artísticos: el laurel, en la tierra, nace donde quiera. Así el genio-salto maravilloso de la Naturaleza-encarna lo mismo en el hijo de un general y se llama Víctor Hugo, que en el hijo de un soldado y se llama José Martí. El genio nace lo mismo en la Francia republicana de principios del siglo XIX, que en la Cuba colonial de mediados de ese mismo siglo. En una escuela de barrio aprendió las primeras letras. En el colegio San Anacleto, de Rafael Sixto Casado, enseñanza elemental, y en el San Pablo, de Rafael María Mendive -educador y poeta- comenzó los estudios superiores. Desde niño empezó Martí a sobresalir en uno y otro colegio hizo gala, ante maestros y condiscípulos, de asombrosos rasgos de inteligencia y de carácter. Había nacido grande, y grande fue desde la niñez. En Grecia hubiera sido Platón o Leonidas; en Inglaterra, Cronwell o Byron; en la Argentina, San Martín o Sarmiento: sí, dondequiera, que le hubiese tocado en suerte nacer, hubiera sido grande.

“La guerra del 95, la que acabo con el gobierno de España en Cuba, la que sacó a pelear por la libertad a treinta mil hombres contra doscientos mil, obra suya fue, y sellada con su sangre quedó para siempre en Dos Ríos, en aquellos campos orientales, donde, jinete en su corcel blanco, se abalanzó sobre la tropa enemiga, y cayó para siempre, tal como un Dios, coronada la frente por los resplandores de la gloria, rebosantes los ojos de la divina luz de la inmortalidad...”

Antonio Maceo
14 de julio de 1845

“De otros cubanos fue la tarea escribir; de Antonio Maceo pelear, luchar sin tregua, sin descanso. De otros, dar alas al pensamiento y luz a la idea: de él, subir lomas, vadear ríos, recorrer largas jornadas. De otros, vivir de casquete de seda y lentes de oro, inclinados sobre los libros: de él, vivir a caballo, vivir guerreando y sin ultrajar la dignidad humana ni cargar botín de aventurero; vivir peleando por la redención de su país y el decoro de sus paisanos. El tiempo le faltó para hacerse bachiller y aprender gramática y aritmética, mas no para hacerse profesional del heroísmo y maestro de austeridad. En la batalla tuvo su escuela, en las armas, sus libros; de guía, el corazón. No fue, pues, un pensador, sino un guerrero genial; el Héroe por antonomasia, a quien se verá siempre, en la inmutable serenidad de la Historia, explorando la sabana primero, y cayendo luego, con arrogante gesto y seguido de sus soldados, alto el machete y desplegada la bandera, sobre el cuadro enemigo...

“En Santiago de Cuba nació, y no en palacio regio, sino en una humilde casa. Fue su padre un mestizo oriundo de Venezuela, la patria del libertador Bolívar, y su madre, una pobre y sencilla mujer del pueblo, de quien pudiera decirse que tenía el corazón de una leona. A leer y a escribir aprendió de mozo, pero no a distinguir los verbos regulares de los irregulares, ni a conocer la familia de los tropos. De estrategia no tomo lecciones jamás, ni de táctica militar, ni de geometría. Buen jinete lo fue desde su juventud y diestro manejador del machete. La revolución iniciada en Yara lo encontró recién casado, en pleno vigor y con el alma ya templada para el sacrificio. Al abogado Asensio, su padrino que lo había hecho afiliar en la francmasonería, centro entonces de conspiración, debió sus primeros entusiasmos por la patria y por la libertad.

“Cuando el siete de diciembre de 1896 cayó en Punta Brava, herido por dos balas, tenía ya veinticuatro cicatrices. Las dos últimas hicieron veintiséis. ¡Veintiséis condecoraciones de gloria!”


Saturday, September 11, 2010

Fotos de San Miguel del Padrón


Virgen del Camino en San Miguel del Padrón

Hace ya un tiempo que no salimos de la Cocina Cubana y, aunque no son actualizaciones en Guije, vamos a ir presentando algunos lugares en Cuba. Comenzamos hoy con el pintoresco San Miguel del Padrón en la Provincia de La Habana. Hay quien dice que es parte de Guanabacoa, y hay quien dice que es parte de la Ciudad de La Habana, otros aseguran que es municipio propio; bueno, eso se lo dejamos a su propia convicción mientras nosotros presentamos las fotos e historia de este lugar situado geográficamente entre Guanabacoa y La Habana.


Calzada de Güines en San Miguel del Padrón


Puente de Concreto en San Miguel del Padrón
en el lado de La Habana

De la Historia de San Miguel del Padrón: Ciudad en el barrio por su nombre. Antiguamente fue partido de tercera clase, siendo la aldea de su nombre la cabecera del mismo. Se encuentra a cuatro kilómetros de Guanabacoa. Comenzó su fundación en 1660 alrededor de un oratorio de un ingenio llamado Miguel y de ahí el origen de su patronímico.


Puente de Concreto en San Miguel del Padrón


Caballo Blanco en San Miguel del Padrón

En 1670 su iglesia fue declarada auxiliar de la de Guanabacoa, que era contemporánea. En 1745 fue erigida en parroquia autónoma y contaba con un cementerio. Deteriorada, no se reconstruyó, aunque más modestamente, hasta 1830. En 1841 contaba San Miguel del Padrón con 31 casas y 84 habitantes. Esta ciudad creció enormemente debido a su localidad próxima a la Carretera de Güines que después pasó a ser parte de la Carretera Central en esta sección. De hecho constituye uno de los suburbios de La Habana con el crecido número de población que se consigna.

Terreno de pelota en la Curva
en San Miguel del Padrón



Edificio en San Miguel del Padrón

Y de otros datos interesantes de San Miguel del Padrón como el Caballo Blanco en la Calzada de Güines y los puentes sobre el río Luyanó. Algunos para tráfico de automóviles y otros de tránsito peatonal. De la Virgen del Camino y del puente Alcoy, que es uno de los puentes sobre el Luyanó, al lado del cual en San Miguel del Padrón se conecta la Calzada de Güines y del otro lado, el de la Ciudad de La Habana, es la Calzada de Luyanó.

Cerca en San Miguel del Padrón

Calle en San Miguel del Padrón