Sunday, October 10, 2010

Salvador Cisneros Betancourt, Tomás Estrada Palma


Los hombres y mujeres a quines se les agradecen la libertad de Cuba. Los Próceres de la República de Cuba. Resumen del libro “Próceres” por Néstor Carbonell con ilustraciones o “Lápices de” Esteban Valderrama editado en 1919 por Imprenta “El Siglo XX”, Teniente Rey 27 en La Habana.


Salvador Cisneros Betancourt
Nació el 10 de febrero de 1828
Murió el 28 de febrero de 1914

“¿Fue niño Salvador Cisneros Betancourt y corrió tras las mariposas? ¿Fue joven, y madrigalizó junto a bellas mujeres? Forzosamente fue niño y fue joven y en sus manos se hicieron polvo muchas leves alas, y escuchándolo se estremecieron de pasión algunos tiernos corazones. Pero nadie lo recuerda así, sino hombre ya, barbado y canoso, dando cuando la primera guerra la espalda a la ciudad natal y a su familia, para ir, armado caballero, a jurar fidelidad a la patria, en el altar alzado entonces, no entre luces y flores, sino entre fuego y sangre; llevando luego la República toda revuelta y enconada sobre los hombros; guardando, cuando el pacto del Zanjón, como imagen bendita, la bandera gloriosa; consagrando a ella, durante los diez y siete años de paz humillante, todo el ardor de su pensamiento y toda la energía de su espíritu... Y, cuando la última guerra, levantándose apenas escuchó que de nuevo se estaba peleando por el honor de los cubanos, volviendo a personificar su pueblo. Siendo luego, en la paz, como el abuelo de sus campatriotas todos, por la constante vigilancia en su favor, y por la veneración que supo inspirarles...

“Puerto Príncipe, Camagüey, fue la ciudad de su nacimiento. Niño aun marcha a los Estados Unidos, donde permanece estudiando siete años, al cabo de los cuales vuelve al lado de los suyos: a su casa, a su pueblo, a su patria. En la tierra de Washington adquirió conocimientos y tonificó su alma. ¡No hay medicina como la libertad! Así, nutrido de democracia y de derecho, se establece en el Camagüey, donde es mimado por el amor y la fortuna. Años después, es electo Alcalde, puesto que desempeñó con el beneplácito de todos. Como autoridad, lo mismo que como particular, no hubo entonces obra caritativa, obra humanitaria, que no contara con su apoyo, ni empresa tendiente al desarrollo y bienestar de sus paisanos que no contara con su ayuda. Rico -y no egoísta- derramaba el bien a manos llenas. Señor de la generosidad, era dadivoso como un príncipe. De los príncipes tenía la largueza. ¿Quería hacer un regalo? Pues daba sus tierras, contándolas, no por metros, sino por caballerías.

“Y vino la tregua, la tregua de diez y siete años. Luego supo que Martí, el evangélico Martí, había logrado unir a los cubanos dispersos, en un solo ideal, y lleno de fe esperó, arma al hombro, la hora del honor. Y cuando la hora llegó, cuando volvió a repercutir en los campos de la patria libre el grito de Cuba libre, Salvador Cisneros Betancourt volvió a abandonar las comodidades de su casa rica, y al frente de un puñado de jóvenes valerosos se fue a encarar la muerte, con la misma fe que la había encarado antes. Asiste a los primeros encuentros al mando de su hueste bisoña. En todos da pruebas de su valor. Más tarde, fue presidente nuevamente de la República en armas. Deja de serlo, para ser sustituido por Masó, y él siempre lo mismo: inalterable en su patriotismo! Luego fue la paz y la República, y fue en ella, más que un hombre, un símbolo, el símbolo de todos los sueños puros, el símbolo del desinterés y la hidalguía cubanos.

“Su vida fue una línea recta, ejemplo que debieran seguir, imitar, cuantos por intereses y odios personales hacen de su vida un zigzag de sangre, un laberinto de intrigas en el cual a veces, la patria parece perderse...”


Tomás Estrada Palma
Nació el 9 de julio de 1835
Murió el 4 de noviembre de 1908

“No hay hombres enteramente grandes. Mejor dicho, no hay hombres grandes para éstos y para aquéllos, para los de opuestas simpatías y pasiones rivales. El basamento donde se levanta hasta ahora la figura de Tomás Estrada Palma, está formado de ternuras y de cóleras, de aplausos y de denuestos. La historia, mañana, pesando sus virtudes y sus errores, acaso logre colocarlo sobre justo pedestal. ¿Dónde nació? Donde otros grandes: en la vieja ciudad gloriosa, en la legendaria Bayamo. Siendo muy niño todavía, su padre rindióse a la muerte, por lo que quedó al cuidado único de la buena madre -paloma en el hogar y heroína en la guerra. Con algunos conocimientos ya -conocimientos primarios-, abandona el calor del hogar para venir a la Habana, ansioso de aprender, de nutrirse de enseñanzas. En la Habana, y después de permanecer algún tiempo en colegios elementales, pasa a la Universidad a cursar la carrera de leyes. Adelantado en los estudios del Derecho, marcha a Sevilla, con el fin de terminar en la universidad española la carrera comenzada. Pero no la terminó. Para graduarse estaba cuando, tal vez por contrariedades de su carácter, tal vez convencido de que no tenía vocación para abogado, abandona la tierra sevillana y va a Francia. Pasa allí una temporada, y vuelve luego a Bayamo, donde, apenas sacudido el polvo de los viajes, se pone al frente de sus cuantiosos intereses.

“Dicen los que le conocieron de joven, que a pocos seres en el mundo les ha sido dable saborear, como a él le fue, las dulzuras de la casa. En compañía de la madre, y en una hermosa hacienda de crianza llamada La Punta, situada sobre el Cauto, vivía entonces, sin más ocupación que los libros y el cariño. ¡Ah! y la de comprar -abolicionista como era por principio- todos los esclavos que se le presentaban. ¿Para qué? Para educarlos en la más estricta moral y enseñarles a leer y a escribir. Como es natural, este comportamiento le ganó el respeto y el afecto de aquellos míseros humanos. Como a padre lo veían los pobres negros, que lo llamaban como la madre y cuantos lo querían lo llamaban: Tomasico. Pero como para los amos y señores de la colonia, ser bueno era ser malo, Estrada Palma se hizo sospechoso y fue, desde luego, inscripto en la lista de los desafectos al Gobierno. A pesar de eso, solicitó y obtuvo el nombramiento de Teniente de Partido, -cargo sin retribución- del cuartón El Guano, en que se hallaba enclavada su finca. En el desempeño de tan insignificante puesto, se hizo sentir, ya combatiendo la vagancia, ya amparando de los inicuos planes del Capitán de Partido a numerosos paisanos suyos. Con frecuencia reunía en su casa a los campesinos de la comarca y les hablaba de deberes y derechos. Y cuando estimó que había hecho cuanto le era posible, renunció el referido cargo. Luego fue electo miembro del Municipio de Bayamo, en el cumplimiento de cuyas funciones lo sorprendió el grito lanzado en Yara por Carlos Manuel de Céspedes.

“Firmada la paz, vuelve a su retiro de Central Valley, sitio adonde numerosos elementos políticos le dirigen una carta ofreciéndole la Presidencia de la próxima República. Después de cambiar impresiones, acepta su postulación, y es elegido Presidente. Y el 20 de mayo de 1902, toma posesión del alto cargo. Aunque tropezando aquí y cayendo en errores allá, gobierna tres años sin dejarse llevar de la venenosa influencia de los partidos políticos militantes. Mas luego, arrastrado por segundones aduladores, se afilia al Partido Moderado y acepta ir a la reelección. Entonces, a la sombra de su gobierno, se atropellaron derechos y se hizo befa de la justicia. Las elecciones verificadas en 1905 fueron una burla sangrienta al sufragio, primera conquista de la revolución libertadora. Reelecto en esas elecciones oscuras, poco más de un año le fue dable continuar en el poder. Una revolución poderosa lo amenazaba con derrocarlo violentamente. Frente a la probabilidad de que esto fuera un hecho, prefirió, antes que pactar con los revolucionarios, llamar al extranjero y dejarlo de nuevo dueño de la patria.

“Con la cabeza tenazmente en alto, como encarando al mundo, dos años después, murió en la capital de Oriente, reverenciado por sus fieles. Hoy sus restos reposan en el cementerio de Santiago de Cuba, entre silenciosos amigos y enemigos...”

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