Monday, December 13, 2010


Continuamos mencionando los días actualizados en el Calendario Cubano:

Del 3 de Diciembre

La Habana

Nació Carlos J. Finlay de Barrés en Camagüey el 3 de diciembre de 1833 y falleció el 20 de agosto de 1915. Su infancia discurrió, hasta los once años, entre Guanímar y La Habana. En 1844 fue enviado a Francia, patria de su madre, de donde tuvo que regresar en 1836 por una dolencia que le aquejó. En 1848 volvió de nuevo a Francia para proseguir sus estudios, pero tuvo que ir o Londres a causa de la revolución y luego a Maguncia. Tuvo que regresar a Cuba en 1851 por nueva enfermedad. Quiso revalidar sus estudios en Cuba con el fin de ganar el bachillerato e ingresar en la Universidad y no siendo esto posible bajo el régimen español pasó a Filadelfia, en donde cursó la carrera de medicina, doctorándose el 10 de marzo de 1855 en el Jefferson Medical College. Terminados sus estudios no quiso establecerse en la República americana, como se lo aconsejaban sus profesores, sino que regresó a La Habana revalidando su título en la Universidad de La Habana en 1856. Ya médico pasó con su padre al Perú, de donde regresó al cabo de algunos meses. En 1860 y 1861 frecuentó los hospitales y clínicas de París para completar sus estudios médicos. En 1864 se estableció en Matanzas por pocos meses. Durante esta época de su vida hizo distintos viajes por causas diversas de índole particular, pero siguiendo sus estudios e investigaciones. En 1881 asistió a la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington como representante del Gobierno colonial y fue allí en que “por la vez primera expuso su teoría de la transmisión de la fiebre amarilla por algún agente intermediario”. Al estallar la guerra hispano-americana Finlay ofreció sus servicios al Gobierno norteamericano y aceptados pasó a Santiago de Cuba con el ejército sitiador, haciendo vida de campaña en la cual pudo convencerse de sus opiniones respecto a la transmisión de la fiebre amarilla. Terminada la contienda se dirigió a los oficiales de Sanidad, al gobierno y a la prensa médica de Estados Unidos “proponiendo un nuevo plan de campaña contra la fiebre amarilla, el mismo que, más tarde aceptado, acabó con la endemia en Cuba”. Aceptadas todos sus conclusiones por los más altos prestigios de la ciencia universal después de ensayos y ensayos, ya el doctor Finlay ocupó el primer plano de la atención pública mundial. Y llegaron para él la consagración y los títulos y honores. El Gobierno de la República le nombró Jefe de Sanidad y Presidente de la Junta Superior de la misma. Carlos J. Finlay de Barrés es una figura mundial situada en la escala más alta de la ciencia médica.


Carlos J. Finlay de Barrés
3 de diciembre de 183
20 de agosto de 1915

Nació Juan Vilaro Díaz en La Habana el 3 de diciembre de 1838. Cursó sus primeros estudios en La Habana, donde se hizo bachiller en Ciencias y en Artes. Estudió medicina, farmacia y ciencias en la Universidad de La Habana, terminando de obtener los títulos correspondientes en 1882. Fue catedrático auxiliar de la Facultad de Ciencias de la Universidad, y catedrático numerario de Historia Natural en la misma. Publicó numerosos trabajos científicos, pronunció notables conferencias y no fueron pocas las instituciones científicas que lo contaron entre sus miembros, de Cuba y del extranjero. Murió el 4 de octubre de 1904. Dejó publicadas “Peces Cubanos” y “Apuntes de Fisiología Vegetal”.

Del 9 de Diciembre

Restablecimiento del Absolutismo por Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 693-694 nos describe los acontecimientos del 9 de diciembre de 1823 en la Historia de Cuba:

“Francisco Dionisio Vives se encargó de referirlo en oficio al ministerio español había tenido él especial cuidado en preparar a los pueblos de la isla de Cuba para el restablecimiento del absolutismo. Las circunstancias del suceso así lo dijeron también. Inmediatamente después de llegar a La Habana el teniente coronel Isidro Barradas con los decretos derogatorios del régimen constitucional convocó Vives a los jefes de los cuerpos y a las autoridades, para acatar sin dilación los nuevos mandatos soberanos y dictar las disposiciones enderezadas a la publicación de la trascendental noticia. El 9 de diciembre de 1823, desde muy temprano, aparecieron en las calles de La Habana, con sobrada pompa publicados, los bandos contentivos de los decretos traídos por Barradas. Correos extraordinarios partieron en todas direcciones, para llevar a gobernadores y justicias de los pueblos las instrucciones concernientes a la novedad. Durante la noche del 8 al 9 de diciembre, por orden de Vives, fueron arrancadas de los lugares públicos la lápida y las inscripciones de la Constitución. Las diputaciones provinciales y los municipios constitucionales desaparecieron inmediatamente restituyendo a la vida los antiguos ayuntamientos. La milicia nacional, tan enérgica y altiva en otros días, depuso las armas sin resistencia ni protesta de ningún género. Los clamores de la prensa periódica cedieron su puesto a la templanza y al comedimiento. Mas esto no bastaba, a juicio de Vives, para dejar cumplidas las providencias reales. El Capitán General no quería tener enemigos ni amigos. Algunos sinceros devotos de la libertad pretendieron mantener su culto, y la furia del despotismo estuvo a punto de desencadenarse. La sesión celebrada por una logia francmasónica de La Habana la noche del 9 de diciembre de 1823 fue considerada antipolítica e ilegal, y se acusó a sus componentes de abrigar el propósito de pedir que se sostuviese en Cuba el régimen constitucional a todo trance. En distintos partidos la violencia oficial adquirió tamaños enormes. La cuadrilla de Domingo Armona entró en acción al servicio del absolutismo de Fernando VII. Los atropellos y las persecuciones se extendieron a todas las manifestaciones de la vida de la Colonia. Venganzas ruines se alzaron para envilecer la conciencia pública. Entrañaba un antecedente gravísimo, en opinión de los servidores del monarca absoluto, el hecho de haber figurado entre los partidarios de la Constitución. Cuba quedó a la merced de gente desalmada.”


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