Thursday, December 9, 2010

Odas a Cuba


José María Heredia
“Nació el 31 de diciembre de 1803.”
“Murió el 12 de mayo de 1839.”

“Ser poeta no es lo que creen muchos: vivir fuera de la realidad; embadurnar con menjurjes y coloretes las cosas naturales; zahumar con raros perfumes de romanticismo los agrios sudores del mundo. Ser poeta es sentir hondo y pensar alto. Es sentir lo que no todos pueden sentir, y ver lo que no todos pueden ver. El poeta, es a los pueblos lo que los niños a las casas: su regocijo y consuelo; y como los viejos también, su escudo y su vigía. Sí, audaces maestros en el arte de las acomodaciones, los poetas no son lo que creéis vosotros, hombres nulos, hombres superficiales, hombres sin carácter; los poetas son ruiseñores despiertos cuando todavía las dudadas duermen; magos anunciadores del porvenir; conductores de almas a través de las sombras, y paladines sin miedo en las cruentas sacudidas de los pueblos. Hombres de acción, ciertamente -y repase quien lo dude nuestra Historia, y verá siempre, en medio a los grandes silencios que la tiranía impuso, o en medio a las guerras por la libertad y el derecho, levantarse la figura de un poeta, ya atizando la llama del ideal, ya cayendo en la pelea aureolado por la gloria y el martirio...

“El más conocido de todos los poetas cubanos es Heredia, y el que acaso ha hecho pesar más la poesía en los destinos de Cuba. Nació en Santiago, la recia. Fue su padre -persona de inteligencia y cultura- su primer maestro. A los tres años, ante el asombro de la casa, leía correctamente, y a los ocho traducía del latín y del francés y hacía versos. A los quince se recibe de bachiller en leyes, y a los veinte, perdonado el tiempo que debía estar de pasante, gana el título de abogado con honrosa calificación. Cuando la conspiración de Los Soles de Bolívar, se vio precisado a esconderse primero, y luego a emigrar, para no ser preso. Fue a los Estados Unidos, donde, nostálgico de la patria, se sintió morir. De allí pasó a México, que lo recibió como a hijo. En México ejerció Heredia de abogado, y fue juez, fiscal, diputado, ministro, catedrático y revolucionario. En México intentó de nuevo traer la guerra a Cuba, pero se vio impotente. Enfermo, triste, desencantado, se acoge a la amnistía decretada por la reina gobernadora entonces de España, y volvió a Cuba, al seno de los suyos, al cariño de su madre anciana...

“Meses después, abandonó de nuevo su patria, peregrino indignado y rebelde, para dejar oír la clarinada de sus versos, de esos versos suyos que fueron a través de todos los tiempos, hasta la entrada de Cuba en la familia de las naciones, como el catecismo de nuestros deberes, y como la página inicial de la epopeya redentora, base y raíz de la República. Sus cantos, como vibrantes notas metálicas, repercutieron de cubano en cubano, despertando en todos amor por la libertad y odio por la opresión. Heredia es el primero en la legión de nuestros poetas, y uno de los primeros en la de los precursores de la independencia. Porque no se puede hablar de los que señalaron el camino a los héroes del 10 de octubre y 24 de febrero, sin que venga a los labios el nombre glorioso del cantor del Niágara. ¿No fue él compañero de Lemus, Peoli y Hernández en la intentona primera de nuestro honor? ¿No tronó contra los enemigos de su tierra, en estrofas apocalípticas? ¿No estuvo, en fin, buscando el modo de caer con la espada en la mano, frente a los tiranos de su tierra? Nunca olvidará Cuba, ni los que sepan de amor patrio olvidarán, al que no tuvo en la vida amor más profundo que la patria.

“La poesía de Heredia fue, durante medio siglo el alimento único de los cubanos rebeldes. El grupo de sus composiciones patrióticas constituyó por largo tiempo como el devocionario épico de sus compatriotas, dispersos por el mundo unos, acorralados otros por los soldados de la tiranía, prontos a saciar sus iras sobre sus pobres carnes. A Heredia nadie le puede arrebatar la honra de haber sido, en la aurora de la redención, el clarín sonoro a cuyas notas, si no despertaron los cubanos de su tiempo, despertaron al cabo otros que, más dichosos, lograron el triunfo, y con él la gloria de ver fundada la nacionalidad”...


Pedro Figueredo
“Nació el 2 de julio de 1819.”
“Murió el 17 de agosto de 1870.”

“Otros cubanos habrán logrado más renombre, pero ninguno entró, ni vive en el alma de su pueblo, como Pedro Figueredo, el autor del himno nacional, de esa música que solemnizó los primeros días de libertad en Cuba; que acompañó luego a los vencidos proscriptos en su melancólica peregrinación por tierras extrañas y les templó el alma en la espera forzosa del intento nuevo; que volvió a escucharse en el barco expedicionario y en el manigual rebelde durante la última guerra emancipadora, y, al fin, triunfante; que escuchamos ahora a cada momento, despertando en la memoria el recuerdo de aquellos días gloriosos en que los bayameses quemaron sus casas y se marcharon -mujeres, niños y hombres- a vivir al monte, a la montaña, bajo la luz del sol y bajo la clara serenidad de las estrellas... Durante la lucha iniciada en 1868, no hubo arenga comparable a las notas del Himno de Bavamo: durante la propaganda revolucionaria en las emigraciones, no hubo discurso como el Himno de Bayamo; y en los días mismos que vivimos, días brumosos en que suele la República bambolearse sacudida por vientos de tempestad o mordida en sus entrañas por venenosos y hambrientos perros, ¿qué limpia el aire, y aligera las almas, y enciende en la mente luces de ideal, como las notas del Himno de Bayamo ? ¡Ah, Pedro Figueredo !La música y la letra que compusiste, para llamar a tus hermanos al honor, a arremeter contra los apoltronados dueños de tu tierra, es lo único que conforta en ocasiones el corazón atribulado, viendo desde oscuridad indecisa a los que, en contradicción con lo que dijiste, viven de la patria, y la ultrajan y la matan! La patria no es lo que creen ahora muchos; la hacienda próspera y la zafra enorme; no; la patria es la patria...

“En Bayamo, cuna de tantos grandes, nació Pedro Figueredo. Allí mismo hizo los primeros estudios, pasando luego a la Habana, donde ingresó en el colegio Carraguao. En este importante plantel de educación estuvo hasta recibirse de bachiller, pasando más tarde a la Universidad como alumno de la escuela de Derecho. De abogado se recibió en Barcelona. Ya con su título, viajó por Francia y otros países de Europa, regresando al cabo a su pueblo natal, hogar de sus mayores. En Bayamo contrajo matrimonio, yendo, con su esposa, a residir a una bella finca, situada en las cercanías. No se fue al monte, huyendo del trato social: se fue al monte, dispuesto a no ejercer su profesión, para evitar el contacto con el Gobierno, y el verse envuelto en los revolicos y cabildeos de los tribunales de justicia, siempre complicados, y en la colonia, verdaderos escenarios de piruetas y comiquerías, en ocasiones trágicas. Su alma era de artista. Amaba la literatura y la música. Era escritor, y hacía versos. Enamorado de la libertad, apasionado por ella, soñaba con alcanzarla para su patria. Al ingenio Mangas, propiedad de su padre, va, y prohíbe a los mayorales el uso del fuete contra los pobres negros, consiguiendo para éstos mejores dormitorios, alimentos y trato.

“En 1851, el sacrificio de Narciso López y de Joaquín Agüero remacharon en su corazón el sentimiento de la patria y la necesidad de conquistarle asiento digno entre los pueblos libres del mundo. Tres años después de aquellos sucesos de Pinar del Río y Camagüey, tratado como sospechoso, determinó irse a vivir a la Habana, donde fundó un periódico diario -"El Correo de la Tarde"-. A los tres años regresó a Bayamo”...


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